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El secreto de la inmortalidad.

Ahora, más importante aún, es entender cuál es el dolor fundamental que no queremos enfrentar. Aquél deseo primordial que mueve al ser que se impulsa a los deseos.

Y quisiera ejemplificar esto con una historia para poder continuar:

Ana, mi pareja, a quien amo profundamente, me abandona el día de mañana por otra persona.
Cuando me entero, presa del dolor y la desilusión, empiezo a rechazarme a mi mismo y a buscar, en otras personas, ese amor que deseo sentir de nuevo.

Este camino una y otra vez me hace tener relaciones que no consiguen llegar a aquello que quiero y entonces, cansado de recorrer ese sendero repetitivo, me rindo y empiezo a mirar dentro y preguntarme: ¿Qué me pasa? ¿Por qué siempre me siento así?
Hasta encontrarme con ese dolor al que no le he dado espacio para ser y sentirlo.

Entonces, lo observo, sin definirme más a partir de él y lo acepto, entendiendo que no estaba en mis manos controlar aquello que pasó.

En ese momento, me reconcilio conmigo mismo y encuentro dentro de mi lo que realmente quería, que era amor, y de este modo, finalmente, sano esa parte de mi que estaba herida.

Y entonces, aquél amor que busqué fuera inútilmente, encuentro que siempre estuvo en mi interior.

El dicho somos luz, es muy cierto. Somos una luz que, cuando surge un objeto de deseo, proyecta una sombra con la silueta exacta de aquello que deseamos.

Ilusiones hacia las que saltamos olvidándonos que nosotros somos la fuente sobre la que se da la sombra.

Al seguir los deseos, producto del miedo (rechazo) al dolor, nos fragmentamos entre nuestro verdadero ser y aquél que al seguir el deseo solo da con las sombras de aquello que quiere, por lo que al final se encuentra vacío y, solo hasta aceptar el dolor que una vez rechazamos encontraremos dentro lo que realmente queríamos.

Si es así,

¿Qué pasa cuando producto del miedo (rechazo) al dolor, rechazamos la muerte y nos lanzamos por el deseo a la vida?

Entonces, encontraremos lo que deseábamos (vida) pero esa vida, al final, al ser fruto de un deseo egoísta, no nos va a llenar, porque es solo una sombra de la vida real que ya se encuentra dentro de nosotros mismos.

Al desear la vida, la estamos situando fuera de nosotros y entonces, nos fragmentamos y nos lanzamos hacia ella en nuestra búsqueda.

Y así, el hecho de seguir nuestros deseos nos llevará a repetir el mismo camino tortuoso una y otra vez hasta que aceptemos la muerte y con esto superemos finalmente el deseo a la vida misma.

Dice un proverbio taoísta:

“Recuerda: no se trata de que quienes cultivan la  plenitud de sí mismos no encuentren dificultades en la vida.
Se trata de que ellos entienden que las dificultades constituyen el camino mismo hacia la inmortalidad: no obstante, afrontándolas con calma y abiertamente, aquéllos se desarrollan y, evolucionando alegremente en respuesta a las mismas, se hacen tan naturales, tan completos y tan eternos como el mismo Tao”
Lao Tse, Hua Hu Ching, 36

Si aceptamos la muerte, el deseo no nos empujará a la sombra de la vida, y entonces reclamaremos dentro de nosotros la vida real, de la cual somos fuente inagotable.

Del mismo modo funciona la Ley de Atracción. No es “La Ley de la Persecusión” porque al perseguir los deseos no vamos a llegar a nada. Pero si nos detenemos, y reclamamos como nuestra la luz infinita que somos, eso atraeremos a nuestra vida.

Este es el secreto de la inmortalidad.

Este escrito se titula “Hablemos antes de morir” porque, si queremos alcanzar la vida real y no lanzar una parte de nosotros de nuevo a un ciclo de ilusiones, tenemos, de momento, dos oportunidades.

La primera se da al suprrar todos los deseos (apegos) que nos impulsan a perseguir las sombras de lo que tenemos dentro. Esto podemos practicarlo cada día.

Pero si, no superamos el miedo a la muerte en vida, tendremos una segunda oportunidad, al momento de la muerte.

Donde, si nos mantenemos conscientes y la aceptamos, como parte natural de la existencia cambiante del cuerpo físico, más no como final de la existencia infinita de nuestro Ser, estaríamos reclamando la vida verdadera (aquella que es la luz que genera la sombra) que habita dentro de nosotros mismos.

Con mucho amor, dejo estas palabras para aquellos que con corazón abierto mediten en ellas, y mediante la duda de todo, que es fundamental, encontremos todos el camino propio.

Un abrazo, reflejo.

Escrito por Santiago

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